lunes, 14 de febrero de 2011

Falleciò el Periodista Victoriano Cabrera

Cabrera conducía el programa radial “Rivera es Así”, emitido por Radio Internacional.
Dicho programa, convertido en un referente de la radiofonía local, ha sido a lo largo de sus casi 56 años, testigo del acontecer diario del departamento.

Rivera pierde así, una de sus voces más tradicionales.

viernes, 11 de febrero de 2011

Thomas Alva Edison

Thomas Alva Edison, el menor de cuatro hermanos, nació el 11 de febrero de 1847, en Milan, una pequeña población de Ohio en la que se había establecido su padre, Samuel Edison, seis años antes.

Su padre tuvo que abandonar precipitadamente Canadá a consecuencia de una rebelión contra los ingleses en la que tomó parte y que terminó en fracaso.
Marginada por el ferrocarril, la actividad en Milan fue disminuyendo poco a poco, y la crisis afectó a la familia Edison, que tuvo que emigrar de nuevo a un lugar más próspero cuando su hijo Thomas ya había cumplido la edad de siete años. El nuevo lugar de residencia fue Port Huron, en Michigan, donde el futuro inventor asistió por primera vez a la escuela.

Fue ésa una experiencia muy breve: duró sólo tres meses, al cabo de los cuales fue expulsado de las aulas, alegando su maestro la falta absoluta de interés y una torpeza más que manifiesta, comportamientos éstos a los que no era ajena una sordera parcial que contrajo como secuela de un ataque de escarlatina. Su madre, Nancy Elliot, que había ejercido como maestra antes de casarse, asumió en lo sucesivo la educación del joven benjamín de la familia, tarea que desempeñó con no poco talento, ya que consiguió inspirar en él aquella curiosidad sin límites que sería la característica más destacable de su carrera a lo largo de toda su vida.

Cumplidos los diez años, el pequeño Thomas instaló su primer laboratorio en los sótanos de la casa de sus padres y aprendió él solo los rudimentos de la química y la electricidad. Pero a los doce años, Edison se percató además de que podía explotar no sólo su capacidad creadora, sino también su agudo sentido práctico. Así que, sin olvidar su pasión por los experimentos, consideró que estaba en su mano ganar dinero contante y sonante materializando alguna de sus buenas ocurrencias.
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Su primera iniciativa fue vender periódicos y chucherías en el tren que hacía el trayecto de Port Huron a Detroit. Había estallado la Guerra de Secesión y los viajeros estaban ávidos de noticias. Edison convenció a los telegrafistas de la línea férrea para que expusieran en los tablones de anuncios de las estaciones breves titulares sobre el desarrollo de la contienda, sin olvidar añadir al pie que los detalles completos aparecían en los periódicos; esos periódicos los vendía el propio Edison en el tren y no hay que decir que se los quitaban de las manos. Al mismo tiempo, compraba sin cesar revistas científicas, libros y aparatos, y llegó a convertir el vagón de equipajes del convoy en un nuevo laboratorio.

Aprendió a telegrafiar y, tras conseguir a bajo precio y de segunda mano una prensa de imprimir, comenzó a publicar un periódico por su cuenta, el Weekly Herald. Una noche, mientras se encontraba trabajando en sus experimentos, un poco de fósforo derramado provocó un incendio en el vagón. El conductor del tren y el revisor consiguieron apagar el fuego y seguidamente arrojaron por las ventanas los útiles de imprimir, las botellas y los mil cacharros que abarrotaban el furgón. Todo el laboratorio y hasta el propio inventor fueron a parar a la vía.

Así terminó el primer negocio de Thomas Alva Edison.
El joven Edison tenía sólo dieciséis años cuando decidió abandonar el hogar de sus padres. La población en que vivía le resultaba ya demasiado pequeña. No faltándole iniciativa, se lanzó a la búsqueda de nuevos horizontes. Por suerte, dominaba a la perfección el oficio de telegrafista, y la guerra civil había dejado muchas plazas vacantes, por lo que, fuese donde fuese, le sería fácil encontrar trabajo.
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Durante los siguientes cinco años Edison llevó una vida errante, de pueblo en pueblo, con empleos ocasionales. Se alojaba en sórdidas pensiones e invertía todo cuanto ganaba en la adquisición de libros y de aparatos para experimentar, desatendiendo totalmente su aspecto personal. De Michigan a Ohio, de allí a Indianápolis, luego Cincinnati, y unos meses después Memphis, habiendo pasado antes por Tennessee. Sin un real en el bolsillo, Edison llegó a Nueva York en 1869. Un amigo le proporcionó alojamiento en los sótanos de la Gold Indicator Co., oficina que transmitía telegráficamente a sus abonados las cotizaciones de la bolsa neoyorquina. Al poco de su llegada, el aparato transmisor se averió, lo que provocó no poco revuelo, y él se ofreció voluntariamente a repararlo, lográndolo con asombrosa facilidad.

En recompensa, se le confió el mantenimiento técnico de todos los servicios de la compañía.
Pero como no le interesaban los empleos sedentarios, aprovechó la primera ocasión que se le presentó para trabajar de nuevo por su cuenta. Muy pronto recibió un encargo de la Western Union, la más importante compañía telegráfica de entonces. Se le instaba a construir una impresora efectiva de la cotización de valores en bolsa. Su respuesta a este reto fue su primer gran invento: el Edison Universal Stock Printer.

Le ofrecieron por el aparato 40.000 dólares, cantidad que le permitió por fin sentar la cabeza. Se casó en 1871 con Mary Stilwell, con la que tuvo dos hijos y una hija, e instaló un taller pequeño pero bien equipado en Newark, Nueva York, en el que continuó experimentando en el telégrafo en busca de nuevos perfeccionamientos y aplicaciones.

Su mayor contribución en ese campo fue el sistema cuádruple, que permitía transmitir cuatro mensajes telegráficos simultáneamente por una misma línea, dos en un sentido y dos en otro.

El laboratorio de Menlo Park Bien pronto se planteó Edison la construcción de un verdadero centro de investigación, una «fábrica de inventos», como él lo llamó, con laboratorio, biblioteca, talleres y viviendas para él y sus colaboradores, con el fin de realizar no importa qué investigaciones, mientras fuesen prácticas, ya fueran por encargo o por puro interés personal.
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Los recursos económicos no le faltaban y las proporciones de sus proyectos se lo exigían. Buscó un lugar tranquilo en las afueras de Nueva York hasta que encontró una granja deshabitada en el pueblecito de Menlo Park. Fue el lugar elegido para construir su nuevo cuartel general, el primer laboratorio de investigaciones del mundo, de donde habrían de salir inventos que cambiarían las costumbres de buena parte de los habitantes del planeta.

Se instaló allí en 1876 (tenía entonces veintiocho años), e inmediatamente se puso a trabajar. La búsqueda de un transmisor telefónico satisfactorio reclamó su atención. El inventado por Alexander G. Bell, aunque teóricamente bien concebido, generaba una corriente tan débil que no servía para aplicaciones generales.

Sabía que las partículas de grafito, según se mantuvieran más o menos apretadas, influían sobre la resistencia eléctrica, y aplicó esta propiedad para crear un dispositivo que amplificaba considerablemente los sonidos más débiles: el micrófono de gránulos de carbón, que patentó en 1876. Su siguiente trabajo fue en Boston, como telegrafista en el turno de noche.

Llegó allí en 1868, y poco después de cumplir veintiún años pudo hacerse con la obra del científico británico Michael Faraday Experimental Researches in Electricity, cuya lectura le influyó muy positivamente.
Hasta entonces, sólo había merecido la fama de tener cierto don mágico que le permitía arreglar fácilmente cualquier aparato averiado. Ahora, Faraday le proporcionaba el método para canalizar todo su genio inventivo.
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Se hizo más ordenado y disciplinado, y desde entonces adquirió la costumbre de llevar encima un cuaderno de notas, siempre a punto para apuntar cualquier idea o hecho que reclamara su atención. Convencido de que su meta profesional era la invención, Edison abandonó el puesto de trabajo que ocupaba y decidió hacerse inventor autónomo, registrando su primera patente en 1868. Se trataba de un contador eléctrico de votos que ofreció al Congreso, pero los miembros de la cámara calificaron el aparato de superfluo. Jamás olvidó el inventor estadounidense esta lección: un invento, por encima de todo, debía ser necesario.


miércoles, 9 de febrero de 2011

Laura Ana Merello - Tita Merello

Tita Merello (Buenos Aires, 11 de octubre de 1904 - Buenos Aires, 24 de diciembre de 2002) es el seudónimo de Laura Ana Merello, actriz y cantante de tango y milonga argentina.

Nacida en un hogar humilde, se inició en el medio teatral.Fue una de las cantantes surgidas en la década de 1920 que, junto con Azucena Maizani, Libertad Lamarque, Ada Falcón, Mercedes Simone y Rosita Quiroga, crearon la modalidad vocal femenina en el tango.

Durante su período de esplendor fue relacionada con las extranjeras Bette Davis y Anna Magnani por sus condiciones actorales.

Desde la década de 1940 sus roles en cine fueron más importantes y fue considerada una de las mejores actrices dramáticas del país.Trabajó en Argentina y durante un largo exilio en México, donde filmó Cinco rostros de mujer por la cual recibió el premio Ariel.

Participó de la Época de Oro del cine argentino consagrándose con películas de los años 1940 y 1950 como Mercado de abasto, Deshonra, La morocha o Filomena Marturano.5 Ha recibido una gran cantidad de premios y distinciones.

Actuó también en televisión conduciendo programas propios y como intérprete de milongas fue recordada por los temas musicales «Se dice de mí» y «La milonga y yo».

Fue declarada Ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en 1990.8 Además, ha sido una de las figuras del espectáculo más apreciadas de Argentina.
Al momento de su muerte contaba con más de 30 películas filmadas,20 obras teatrales estrenadas, 9 actuaciones televisivas, 3 ciclos radiales y varias participaciones en espectáculos de revista.

Fue dirigida por prestigiosos directores como Daniel Tinayre, Mario Soffici o Lucas Demare.4 Murió a los 98 años en vísperas de la navidad de 2002.

Laura Ana Merello -conocida posteriormente como Tita Merello- nació el 11 de octubre de 1904 en un conventillo del barrio porteño de San Telmo ubicado en la calle Defensa 715.Hija de Ana Gianelli, planchadora;su padre el cochero Santiago Merello, murió cuando su hija tenía apenas cuatro meses de edad víctima de tuberculosis.
A los cuatro años fue reconocida por su madre en la partida de nacimiento y a los cinco años fue internada en un asilo porque ella debía ir a trabajar.

En su infancia vivió en Montevideo, capital de Uruguay, donde sin recibir salario, se desempeñó como sirvienta.Después de regresar a su casa con su madre y aconsejada por un médico que le diagnosticó tuberculosis (cuyos síntomas nunca se presentaron),residió con su tío en un campo ubicado en Bartolomé Bavio, cerca de Magdalena,realizando distintos trabajos en los que ayudaba a su familia ordeñando vacas, preparando asado y cebando mate.

«Las mujeres son las más saludadoras. Algunas me preguntan: "¿Usted es Tita Merello?" y yo les contesto: "No, la otra es mucho más bonita... No llegué a «Miss Universo», pero tampoco nunca fui un adefesio", como decía una bataclana amiga mía... Yo fui de todo: bataclana, cancionista, vedette. Roberto Cayol creó para mí el puesto de «Vedette Rea», como se me anunciaba en los programas del Maipo. Pero yo sabía dónde quería ir, y cada vez que tuve ocasión, me escapé del papel de milonguera.»
Tita Merello.