Desde la radiología hasta la observación a través de telescopios especiales como el Chandra, los rayos X nos permiten conocer cosas que nuestros ojos no puede ver. Pero, ¿qué son estos rayos X?
Los rayos X son radiaciones electromagnéticas como los rayos luminosos del Sol o las ondas de radio, pero su longitud de onda es aproximadamente 10.000 veces más pequeña.
Los rayos X se producen artificialmente de la siguiente manera: si se hace pasar una corriente por un filamento incandescente, que desempeña el papel de cátodo, tiene lugar una emisión de electrones que, acelerados en el campo eléctrico existente entre el cátodo y el ánodo, se proyectan contra este; allí se encuentran con una placa metálica de, por ejemplo, tungsteno, la cual, excitada por los electrones, emite radiaciones X.
La misma nebulosa, vista a través de diferentes tipos de longitudes de onda
Esto sucede porque un electrón procedente del cátodo entra en colisión con un átomo del anticátodo, se expulsa un electrón de la trayectoria interior, y es sustituido por un electrón de la trayectoria exterior, entonces se libera energía. Esa energía es radiación X.
El cátodo y el ánodo que se utilizan están encerrados dentro de un tubo al vacío, que se llama tubo de Crookes. La intensidad de la corriente que pasa por el filamento incandescente determina la cantidad de electrones emitidos por unidad de tiempo y, en consecuencia, la intensidad de la radiación X. La tensión entre el ánodo y el cátodo determina la longitud de onda de los rayos X, la cual expresa su “dureza”.
Así mismo, los rayos X poseen la propiedad de ionizar los gases. Si unos rayos X penetran en el espacio de aire situado entre dos polos eléctricos, el aire queda ionizado, haciéndose mejor o peor conductor, según la dureza y la intensidad de la radiación. Esta propiedad se utiliza en determinados instrumentos de medición de las radiaciones.
Las Fuentes son: Focus, La Técnica y la Materia, Editorial Argos y Barcelona
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